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domingo, 19 de septiembre de 2010

GABIETAS: Sex and the City 2

"Estoy engañando a mi cuerpo para que piense que es más joven”    - Samantha Jones


Fue calificada por el New York Times como una película que “nunca parece acabar”. Debí haberme  enterado antes de comprar las entradas. 146 minutos de frivolidades desfilaron ante mis ojos, destacando el argumento principal de la película: el miedo a envejecer, o la pesadilla que se convirtió (por fin) en realidad para Carrie Bradshaw y sus amigas blancas, ricas, gringas e igual de felices que la cajita de McDonald’s.
El argumento es inverosímil, políticamente incorrecto, nocivo para los ojos de las mujeres (pocos hombres asistirán voluntariamente a verla porque estarán ocupados viendo alguna proeza de acción heroí ca con explosiones, choques y armas) que con un nostálgico cariño a la serie de HBO acuden a las salas de cine, haciendo oídos sordos a las palabras de los sabios que rezan: segundas partes siempre son malas.

Y es que la primera película de Sex and The City también está muy lejos de ser una pieza rescatable, pero ¿por qué sorprende?. La mítica serie televisiva contaba ya con la semilla de la superficialidad encarnada en una obscena obsesión por el consumismo, la eterna búsqueda del príncipe azul y un modelo de mujer educada en los valores conservadores que el vecino país se empeña en implantar con cada generación que pasa. La mujer ideal es aquella que alcanza la independencia económica en medio de la jungla de cemento, el capitalismo voraz. Que tranquiliza su consciencia con el shopping de cada día y que sólo se sentirá satisfecha cuando un hombre la rescate de la soledad emocional o sexual. 
Si aún después de esto el que lee se anima a verla, no se pierda por favor el numerito de Liza Minelli cantando “All the single ladies” que a mí me dejó sin palabras, sin aliento y sin fe en la humanidad.
¡Hasta luego!
-Gaby Jiménez